#Movember: Reivindicación de la salud masculina
Ando estos días a vueltas con mi cáncer, que sí, que no, leyendo y releyendo y como alguno de mis amigos también está en el trance de «Ya lo habré superado… o no?» cada nueva prueba es un periodo de incertidumbre, y en algunas ocasiones de desasosiego.
Sí, hace poco más de 4 años me operaron para extirparme el cáncer que se había instalado en mi próstata. No me tocaba por edad, pero parece ser que sí por caprichos del destino (o quizás fuera culpa mía, eso nunca de sabe).
Pues mi buen amigo es amigo de otro que padece cáncer y que había escrito un libro que acabo de leer sobre su experiencia y reflexión con el carcinoma de próstata. El libro es «ESCALERA 9» LIBRO AUTOBIOGRÁFICO DE JESÚS ZURBANO SOBRE EL CÁNCER DE PRÓSTATA. Lo podéis descargar desde aquí.
Eso me ha recordado un artículo que tengo de hace un par de años y deseo compartir mi reflexión.
El movimiento internacional Movember es una apuesta por la visualización de las enfermedades masculinas: cáncer de próstata y testicular. Los hombres y mujeres se dejan o se colocan bigotes durante todo el mes de noviembre de cada año para apoyar el movimiento.
¿Y cuál es la razón?
Sin conocer datos con respecto a Cataluña, en España anualmente hay 18.870 hombres que son diagnosticados de cáncer de próstata, es decir, más de 50 por día. La mayoría de los diagnósticos de cáncer de próstata no terminan en muerte directa, ya que la metástasis a otros órganos hace que la muerte sea por otro tipo de cáncer. Lo que a menudo no se dice es que el desencadenante del cáncer que mata a los hombres tiene su origen en el carcinoma de la próstata. A modo de ejemplo, hay que decir que cada hora y media muere un hombre a causa del cáncer de próstata, lo que se traduce en que, en 2012, la mortandad directa por causa de la próstata fue de 5.480 hombres . A su vez, el cáncer testicular está aumentando en todos los países desarrollados desde la década de 1950 y afecta mayoritariamente hombres jóvenes. Suficiente, ¿verdad?, para dar más importancia a la salud masculina.
Parece como si este hecho que afecta a todos los hombres no tenga visibilidad en nuestro país. El movimiento de #movember tiene una fuerte implantación en los países anglosajones, donde se hacen campañas de salud masculina con más impacto que en nuestro país, y hay más respeto y conciencia por parte de las autoridades sanitarias y la sociedad en general.
De hecho, las causas de estos tipos de cáncer no son muy conocidas por falta de inversión económica en su estudio y prevención. Aparte de los casos que deben tener su origen en agentes cancerígenos (aunque no suficientemente conocidos) por contaminación medioambiental y hábitos alimentarios, debemos sumar el desconocimiento por parte de la población masculina (lógico, ya que no está informada) de cómo cuidar su salud y, concretamente, cuáles son los hábitos que pueden afectar la salud de la próstata en el futuro.
Y si este tipo de cáncer produce tantas afectaciones y consecuencias, ¿por qué no se habla?
De forma similar, el cáncer testicular está oculto en las campañas habituales sobre cáncer. Por el contrario, las enfermedades asociadas a la salud femenina tienen más recursos y las campañas para prevenirlas se llevan a cabo durante todo el año, no sólo, como en el caso del hombre, en noviembre y como iniciativa social, y no de las autoridades sanitarias.
Como ya sabemos, el sistema sanitario y farmacéutico gana dinero con la enfermedad, no con la situación de salud correcta de los ciudadanos, y estudiar e investigar la prevención, transmisión y educación de los buenos hábitos no reporta el dinero y el nivel de negocio posible con el tratamiento de la enfermedad. Además, estamos inmersos en una sociedad que está luchando contra los prejuicios machistas y hay, inconscientemente, la idea subliminal de que las enfermedades masculinas son un tabú machista o que dedicar fondos para la investigación en temas relacionados con los atributos más representativos del machismo y el patriarcado, como son los órganos genitales masculinos no es algo bien visto, por lo que se puede pensar que es mejor dedicar los fondos de investigación para enfermedades de colectivos más débiles.
Como siempre, nos encontramos ante un problema de género y de la obsesión por dividir y segregar los seres humanos, sea por raza, por clase social, por género …
Actualmente es políticamente incorrecto cuestionar la discriminación positiva en cuanto a políticas de salud de colectivos que tienen un trato más favorable.
Se ha instalado en el imaginario colectivo que el machismo es imperante y trasciende todas las esferas de las relaciones humanas, sociales, económicas, políticas y, también, sanitarias. Es necesario, en este punto, reflexionar si el machismo imperante no lo sufre todo el mundo, seguro que las mujeres más exageradamente y normalmente con consecuencias mortales, pero el resto de los hombres que no se pueden clasificar como machos alfa, también lo sufren en el trabajo, con los familiares, con los roles imitadores de ciertas mujeres con poder… En definitiva, las consecuencias de comportamientos avasallador de los individuos (hombres y mujeres) que ejercen su poder alfa las asimilamos con el machismo y, por tanto, con todo lo que nos recuerde el género del macho: los hombres.
Si examinamos el estudio que publicó el Instituto de la Mujer nos dice que se justifica una mejor atención sanitaria a las mujeres por sus «achaques», pese a tener una vida más larga que los hombres. También nos dice, igualmente, que las mujeres tienen una esperanza de vida sana de 53,9 años frente a los hombres que tienen una esperanza de vida sana de 56,3 años. Deducimos, pues, que los hombres gozan de una mayor salud sólo 2,4 años más, pero mueren antes… Y con el índice de vida sana se justifica la baja inversión en prevención y tratamiento de las enfermedades masculinas; a pesar de todo, hay que subrayar que el cáncer que más afecta el hombre es el de próstata.
Pero analicemos más comportamientos socialmente aceptados como normales: un hombre ha podido estar secuestrado por la sociedad entre 1 y 2 años, incluso más, hace poco más de una década cuando hacía el servicio militar. Otro comportamiento aceptado: las listas de espera en los servicios de urología están saturados; los tiempos de espera hasta que llegan las operaciones de próstata son mucho más largos que cualquier otro cáncer pero la repercusión social es mínima. ¿Por qué? Básicamente por dos razones, los únicos que pueden sufrir este cáncer son hombres, y normalmente mayores de 60 años. Es decir, hombres mayores que han superado su esperanza de vida sana. A pesar de encontrarse en la misma situación en calidad de salud que las mujeres de su edad y con una proximidad a la muerte mayor que las mujeres, son sistemáticamente maltratados por las instituciones sanitarias.
Continuamos con casos paradigmáticos, la vasectomía fue una solución anticonceptiva muy recomendada hace dos décadas por nuestras autoridades sanitarias. Implicaba, según decían, una esterilización de los hombres rápida, barata, responsable con los valores del feminismo, respetuoso con la mujer y, decían, sin consecuencias posteriores. Sin embargo, ahora no oímos hablar más de la vasectomía como método anticonceptivo recomendable. Es un método que aún se debe practicar pero no parece tener la popularidad hace unos lustros. ¿Por qué? Hay estudios que correlacionan la vasectomía con la incidencia del cáncer de próstata, pero nuestras autoridades sanitarias, a pesar de no recomendar con tanta alegría este método, no reconocen esta consecuencia. ¿Por qué? Imaginemos la cantidad de demandas judiciales que podría haber de las personas que han practicado la vasectomía y han padecido cáncer o la muerte por una metástasis de un cáncer original de próstata. Si preguntas a tu alrededor, verás la incidencia de más casos de próstata conocidos entre la gente que se practicó esta operación. Si preguntamos a responsables sanitarios catalanes sobre la correlación entre vasectomía y cáncer de próstata nos dicen que no hay nada de probado, únicamente se puede concluir que quien ha hecho la vasectomía está más preocupado por su salud y se hace más pruebas del su PSA (Antígeno Prostático Específico), razón por la que se encuentran más casos de cáncer de próstata.
Debemos reivindicar la igualdad en la atención sanitaria, sin embargo, eso no tiene que implicar una disminución del presupuesto para la salud femenina, sino que se debe aumentar el de la masculina: debe ser igual a la femenina y que el incremento equitativo sea para todos los ciudadanos, sin importar su condición.
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