La película «No mires arriba» la comencé a ver sin grandes expectativas, no sabía ni había oído nada sobre ella y me sorprendió. La moraleja tragicómica de su mensaje es que no vale la pena conocer la verdad, nada debe perturbar nuestra ilusión de un mundo instagràmico perfecto aderezado de mindfulness.
Las noticias sobre el conflicto entre Rusia y la OTAN aportan la «tragedia» al momento actual, inseguridad geopolítica, subida de tipos, inflación, amenazas energéticas, impuestos «ecológicos», restricciones, muertes de los que intentan emigrar, prohibiciones, pandemia, pérdida de derechos…
No obstante, los medios de entretenimiento de masas como Netflix nos evaden y aportan la «comedia» del momento actual con películas divertidas que permiten la reflexión, guiñando el ojo al «supuesto» avispado espectador (que no, agente activo) de que él es el listo que se da cuenta de lo que realmente pasa.
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¿Cómo actúan las plataformas audiovisuales?
Muchas personas, y de eso he tenido constancia en conversaciones, han vivido del 2019 al 2022 como algo absurdo e irracional. Una pandemia distópica no esperada (revisar el libro del matemático Nassim Taleb: El cisne negro) ha roto los esquemas vitales de la Humanidad. A aquellos que nos gustan las novelas de Ciencia Ficción estábamos vacunados sobre los posibles derroteros de la sociedad. Ya estamos acostumbrados a leer situaciones similares. La mayoría de las personas que no tiene ese hobby se han encontrado con lo inesperado, un Cisne negro.
Pero poco a poco, las grandes plataformas de contenidos audiovisuales les están acostumbrando, como a los lectores de Ciencia Ficción.
Esta dicotomía entre entender que vamos hacia un modelo social, al menos en Occidente, «distópico» y la esperanza de un mundo más «cómodo» y satisfactorio es una constante en series como Black Mirror.
Los medios de entretenimiento nos acercan a los mundos alternantes, mucha distopía y mucha utopía, las series y películas nos invaden de emociones a favor de un tipo de sociedad ( Years and years, aquí por si la quieres ver gratis) mundo perfecto y políticamente correcto que se transforma en un horror Orwelliano.
La distopía normalizada en nuestro interior
Nuestras tendencias a pensar y reflexionar nos motivan a entender cómo evitar la decadencia social hacía modelos representados por George Orwell, sin embargo, hemos normalizado las distopías como algo inevitable.
Esta supuesta inevitabilidad nos la muestran todas las series y películas que seguimos. El sistema capitalista ha incorporado, como ha hecho siempre reciclando y empaquetando, aquellos ataques que recibe y que nos avisan de la perversidad del propio modelo económico en el que todos estamos insertos y con relaciones difíciles de romper.
Curioso: Aldous Huxley, George Orwell y Charlie Brooker son ingleses.
El creador de Black Mirror, Charlie Brooker nos mostraba la paradoja de desear un mundo perfecto, utópico, feliz (Aldous Huxley) y, a pesar de ese deseo que todos buscamos, nos encontramos con lo contrario de lo deseado, al mundo de 1984 de Orwell.
Years and years es también una serie inglesa que nos adelanta las consecuencias de este mundo esquizofrénico en qué todo es perfecto, armonioso hasta que las consecuencias de esos outsiders que suele dar el capitalismo: Donald Trump y el Brexit (basados en el odio al otro) nos arrojan al desequilibrio social que nos muestra que todo es un ídolo de barro que se rompe y aflora su verdadera cara. Faltó la narrativa buenista de que Trump era malo, pero los demócratas no: menudo regalo para Biden.
Así que tenemos unos productos muy monetizables, con grandes audiencias y que se dirigen al espectador más inocente, al igual que al que se cree más espabilado. Netflix engulló a Black Mirror y Charlie Brooker decidió no continuar su obra distópica.
No mires arriba (Don’t Look Up) es otra vuelta de tuerca. En la película, la sociedad es capaz de suicidarse para no abandonar su mundo perfecto instagrámico. Es una película divertida, sorprende que no esperas, al principio, que la humanidad pueda ser tan idiota de llegar a su propia destrucción con todos sus recursos actuales que tenemos. Cuando pasan los días y vas rememorando los momentos del film, te das cuenta de que es una película llena de tópicos que nos acostumbra a aceptar nuestro absurdo destino.
Si la película no consigue «despertarnos» y solo logra monetizar nuestras emociones, no vale la pena verla.
La película como recurso didáctico.
Hace falta decodificar la película. Imágenes que despiertan en el espectador guiños a su conocimiento. Hay infinidad que podemos explicar a nuestros alumnos.
Por ejemplo, es fácil encontrar en la ficticia Presidenta de los EEUU un alter ego de Donald Trump con el lema de America First. Si profundizamos más y les explicamos parte de la historia de EEUU, podemos remitirnos a la película «El nacimiento de una nación» donde reminiscencias medievalistas ensalzan los modelos racistas (distópicos) desde una supuesta nación americana utópica.
Los nuevos utópicos no son señores de ultraderecha disfrazados de nazarenos del Ku Klux Klan, son personajes habituales que «flotan» en todos los ámbitos sociales y que, ellos mismos se identifican como «liberales» cuando no «libertarios capitalistas». Flaco favor le hacen a los verdaderos anarquistas sociales. Igual que la utopía de los Ku Klux Klan se transforma en distopía, los utópicos actuales nos llevan a la distopia de «Un mundo feliz» que nos evoca a otra película mítica: «Los hijos de los hombres» de Alfonso Cuarón.
Me comprometo a utilizar como recurso la película «No mires arriba» pero con una guía de visionado para los alumnos.