Hace tiempo que conocí este poema de Ángeles López de Ayala: La madre del soldado núm. 73. Debemos enmarcar el poema en los sucesos del verano de 1909, conocidos como la Semana Trágica en Cataluña, sobre todo en Barcelona, pero que se extendieron inmediatamente a otras ciudades catalanas.
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El conflicto social y la guerra
Es un recurso educativo que podemos utilizar para trabajar el conflicto social y la guerra desde una perspectiva nueva, no desde la posición del poder que gestiona sus intereses particulares en nombre del pretendido «bien común«, sino desde la de la víctima vicaria (termino que el feminismo y el lenguaje «políticamente correcto» ha posicionado en primera línea del «buenismo»).
No quiero entrar a definir ni valorar los influjos del discurso hegemónico porque de forma precipitada muchas personas pueden interpretar que defiendo ideas contrarias, no es esa mi intención, mas leyendo la defensa que hago de este poema, es preciso acordar que no comparto las ideas contrarias que se me pueden atribuir.
Expresividad y argumentación en el poema
Siendo cuales fueran las intenciones de quien se apropie del poema de Ángeles López de Ayala, no resulta menos desgarrador su expresividad emocional y su argumentación impecable, de la madre que pierde la potestad sobre su hijo en virtud de elevados valores que no comparte ni la madre ni las clases populares.
He transcrito el texto, tal cual, en el castellano de principios del siglo XX, respetando su ortografía. Al lado derecho, está el original publicado en aquellos días.
Valores del poema
En él se pueden trabajar muchos valores democráticos, pero también reivindicativos, a la vez de aquellos que legitiman la defensa de una madre (en este caso podíamos poner al padre también) desde el amor a su hijo y no desde el interés particular de quien ni ama ni conoce a ese soldado que solo es un número y carne de cañón.
Otro aspecto a trabajar es el papel de los hombres, a los cuales muchas veces se les tilda de defensores, sino creadores del Patriarcado, pero que no somos la mayoría culpables de tales atribuciones, siendo en todo caso, víctimas de los machos alfas, igual que las mujeres.
Cabe preguntarse por la suerte de todos aquellos hombres que han sufrido el secuestro, por parte del Estado, durante años para realizar el servicio militar, o en tiempos de guerra, la condena a matar o ser muerto por otros hombres, los niños soldados, la obligación de no respetar los derechos humanos de las poblaciones civiles, los traumas y marginalidades como consecuencia de aquello que se les pedía: Torturas, violaciones a otros niños, matanzas, suicidios…
Os dejo el poema, intentar sentirlo.
La madre del soldado núm. 73
Fué á la guerra el hijo mío,
fué á la guerra á pelear;
si una bala me le mata
ya no le veré jamás.
No olvidaré á aquellos hombres
que, diciendo ser honrados,
al hijo de mis entrañas
de mis brazos me arrancaron.
Y eso que les suplicaba,
y eso que bañada en llanto,
temblorosa y de rodillas
y torciéndome las manos,
les imploraba clemencia
en nombre de mi quebranto.
Yo no sé de qué deberes
de patria ellos me hablaron,
pretendiendo convencerme
con argumentos extraños,
de que á luchar en el Africa
se halla mi hijo obligado.
iObligado!... Mas por quién?
¿No soy yo quien en él mando?
¿No le crié con mis pechos?
¿No le tuve en mi regazo?
¿No lloré cuando él lloraba?
¿No me llenaba de espanto
sólo al notar que algún día
despertaba un poco pálido?
Si trabajé para darle
abrigo, pan y descanso,
si reí con sus sonrisas,
si gocé con sus halagos,
si velé cuando éI dormía,
si le amaba y le amo tanto,
¿quién es osado hasta el punto
de venir á disputármelo
-Qué va á defender la patria,
que es su madre! No, insensatos!
¡Su madre soy yo, yo sola!
¡Yo que mi sangre le he dado!
¡Yo que á besos le comía,
durmiéndole con mis cantos!
¡La Otra madre!... ¿Qué derechos
alega para quitármelo?
¿Qué es lo que lo debe á ella?
¡Opresión, impuestos bárbaros,
cargas de caballería...
y otras cosas que me callo!
¡Devuélvame al hijo mío!
Devuélvamelo por tanto,
que no es ella la llamada
á arrancarle de mis brazos!
Mas ¡ay! que impíos los hombres
que horrores tales mandaron
ni oyen mi voz condolida
ni me devuelven mi encanto.
¡Fué á la guerra el hijo mío,
fué á la guerra á pelear;
si una bala me lo mata
ya no le veré jamás!
ANGELES LOPEZ DE AYALA
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